Una guía para recorrer y hospedarse en Bocas de Buritaca, un lugar que ofrece las bondades del agua dulce y el mar Caribe.
Un estuario es aquel lugar en donde confluye la desembocadura de un río con el agua salada del mar. Un accidente geográfico que permite disfrutar de las bondades del agua dulce y la playa al mismo tiempo. Así es Buritaca, un rincón por conocer en Santa Marta.
El río Buritaca nace en el corazón de lo alto de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Durante su camino baña la montaña con agua fresca hasta encontrarse con el inmenso mar Caribe en la población de Bocas de Buritaca, a una hora y quince minutos de la capital del Magdalena.
Lo mejor de ambos mundos
Como puede que pase en muchas familias, en la mía algunos prefieren la frescura del río y otros lo cálido del mar y la playa. En Buritaca es posible disfrutar de ambos.
La entrada a la playa cuesta 10.000 pesos por persona, esto incluye parqueadero, servicios de salvavidas y seguridad en la playa. Por efectos de la pandemia, el ingreso vehícular toma un par de minutos en los que un grupo de personas desinfectan el exterior del automóvil.
Según uno de los pobladores, por la crisis sanitaria la playa reabrió con el 20 % del aforo. “En un día normal teníamos más de 400 carpas en la playa. Ahora solo nos dejan tener 80”, dijo.
Al estacionar, se debe atravesar caminando un pequeño tramo de la población, que está compuesta por coloridas casas costeras inundadas de comercio. Tras no más de cinco minutos, se encuentra de frente con el río y a lo lejos el infinito mar Caribe.
Esa parte del río sigue siendo lo suficientemente profunda como para pagar 3.000 pesos más por el servicio de lancha que transporta a las personas hasta la otra orilla, en donde se encuentra la playa. El pago se hace una vez y se puede hacer uso del servicio cuantas veces sea necesario.
Algunos prefieren ir hasta el punto de encuentro de las aguas -que es el más superficial- y pasar caminando con todos sus objetos alzados. Dependiendo del día la profundidad puede variar.
El mar llega a Buritaca con una fuerza soportable. Las olas hacen parte del plan: familias enteras disfrutaban el simple hecho de recibir el oleaje y tratar de permanecer inmóviles. La playa es limpia y los guardavidas cumplen con su trabajo de mantener a las personas dentro del límite establecido.
Alrededor hay grandes palmeras y un bosque inmenso que se extiende al interior del Tayrona, creando un paisaje admirable.
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